En contra de todas las recomendaciones y pese a las amenazas de los golpistas de prohibirle aterrizar, el presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, voló ayer rumbo al país centroamericano junto al máximo dirigente de la Asamblea General de la ONU, el sacerdote nicaragüense Miguel d'Escoto, justo una semana después del golpe de Estado cívico-militar que le derrocó. «Que nadie use una sola arma», exhortó Zelaya antes de partir del aeropuerto de Washington.
Mientras, en otro vuelo, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se aprestaba a viajar desde la capital estadounidense a El Salvador junto a la presidenta argentina, Cristina Fernández; el mandatario paraguayo y ex obispo, Fernando Lugo, y su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa. Todos tenían previsto aguardar en tierras salvadoreñas el desenlace de este nuevo capítulo de la crisis hondureña. Los mandatarios iban a acompañar en un principio a Zelaya, pero desistieron de hacerlo.
Al cierre de esta edición, miles de simpatizantes de Zelaya se dirigían al aeropuerto internacional de Toncontín, en Tegucigalpa, fuertemente militarizado. Las calles aledañas a la base aérea fueron cerradas con cordones de seguridad que impedían el acercamiento. Diversas aerolíneas cancelaron sus vuelos por razones de seguridad.
La decisión de Zelaya de regresar ignora la amenaza de los golpistas. El canciller designado por el nuevo presidente de facto Roberto Micheletti, Enrique Ortez, advirtió de que «está prohibido» que el avión en el que viaja el depuesto dirigente aterrice en Honduras. «He ordenado que no se le deje entrar, para no cometer la imprudencia de que vaya a morir un presidente o un ex presidente o cualquiera, simplemente por el capricho de una organización», desafió en clara alusión a la OEA.
El director de la Aeronáutica Civil, Alfredo San Martín, fue más allá y aseguró que el avión de Zelaya aterrizará en El Salvador porque no tiene autorización para hacerlo en Honduras. «Será desviado», aseveró.
Intervención de la Iglesia
Por su parte, el presidente de la Conferencia Episcopal hondureña, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, sostuvo que un regreso del presidente «puede desatar un baño de sangre». «Medítelo porque después será demasiado tarde», señaló en un mensaje dirigido a Zelaya emitido por radio y televisión. Pero el ex mandatario estaba persuadido de su derecho a regresar y responsabilizó al «régimen» por los eventuales hechos de violencia que se puedan desatar en su país.
«No estamos dispuestos a ceder», remarcó Zelaya en rueda de prensa en la Embajada de Ecuador en Washington antes de iniciar su viaje de regreso. Fue al término de una reunión con Insulza, D'Escoto y representantes de diversos países latinoamericanos que le acompañaron en el anuncio con rostros de preocupación. «La comunidad internacional tiene claro que no se va a retroceder en los avances de la democracia», añadió el depuesto gobernante.
Horas antes, la mandataria argentina había dicho que se abstendría de viajar a Honduras «para evitar que nuestra presencia sea manipulada». Cristina Fernández considera imperativo «evitar los golpes benévolos» en la región y recomienda no esperar hasta las elecciones, porque será tarde.
La decisión adoptada por Zelaya va en contra de todas las recomendaciones del secretario general de la OEA, quien sostuvo que a pesar del derecho que tiene de volver «existen riesgos. No es un regreso seguro». El funcionario estuvo el viernes en Tegucigalpa reunido con miembros de la Corte Suprema de Justicia y otros dirigentes que le manifestaron que la destitución del presidente era un hecho irreversible. Como consecuencia de esa inflexibilidad, Insulza regresó a Washington donde una asamblea extraordinaria de la OEA votó por aclamación la salida de Honduras del organismo. La respuesta fue contundente. Es la primera vez que la OEA suspende a uno de sus miembros por un golpe de Estado. La sanción puede poner fin a la crisis en falso, ya que todo apunta a que no logrará su objetivo: la restitución del mandatario legítimo.
El gobierno de facto de Honduras se había adelantado a renunciar a su pertenencia a la OEA, justo antes de que los cancilleres votaran su suspensión. La idea de aislar al presidente provisional mediante un bloqueo económico y político podría por lo tanto resultar insuficiente para modificar la actitud de Tegucigalpa, que ahora se enfrenta a un nuevo reto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario