La propuesta de Arias, por dentro
Columnistas 24 Julio, 2009
Los delegados de Micheletti, han dicho en Costa Rica que la propuesta de Arias Sánchez es inaceptable. Y no hay que ser muy sabio para reconocer que eso es así, porque el punto de partida de la misma es, ilógico, incorrecto; e incluso ilegal. Establece de entrada la inexistencia del Estado soberano de Honduras, califica de culpables a sus autoridades judiciales que cumplieron con su deber; y hace del delincuente, el héroe al que hay que perdonar. Y además, premiarlo devolviéndole el cargo que perdió en forma automática, por incurrir en actos de probada violación de la ley.
Pero además, parte una ignorancia imperdonable en un presidente con formación universitaria, que ha escrito varios libros; y que sabe leer bien de corrido, textos de alguna consideración. Porque hace tabla rasa en Honduras, pasa por alto los enconos forjados por Zelaya y su conducta irregular, desconoce la existencia de fuerzas que se le oponen, ignora la rebelión de la mayoría de los liberales en su contra, porque no quieren hacerse socialistas ni mucho menos “chavistas”. Y desconoce el pánico económico que este hombre desde el ejercicio de la titularidad del Ejecutivo, ha introducido entre las fuerzas productivas del país que han concluido por paralizar a Honduras, aumentando la pobreza, la desigualdad y la miseria entre su población menos favorecida.
Como pasa por alto la realidad, no anticipa –como corresponde en una propuesta seria y cerebral– los efectos de la aplicación de la misma. Cree, con enorme ingenuidad, que el sistema jurídico se echará para atrás, que las Fuerzas Armadas renunciarán a la defensa de la Constitución; y que los agentes económicos, confiarán su futuro a un gobernante errático y desquiciado que, casi nunca ha tenido la fuerza y control para cumplir con su palabra. Y que, en consecuencia, el gobierno de Micheletti se va a desbandar, apenas suenen los tambores del regreso triunfal del hombre que al ingresar al territorio nacional, posiblemente los fiscales lo capturen. Y se cree un conflicto de impredecibles características que puede incluso llevarnos a la guerra civil.
En este escenario tan precario, es un verdadero despropósito –al margen del carácter de la persona involucrada– confiarle la dirección de un gobierno de conciliación nacional, precisamente a quien más ha hecho para dividir a los hondureños, para crear en el centro del escenario, la lucha de unos en contra de otros; y para precipitarlos en el interior de un modelo que asusta a la mayoría de los hondureños. Si durante tres años y medio no ha querido incluir siquiera a un ministro de un partido diferente al pequeño grupo que domina en el interior del Partido Liberal, mucho menos, hay que esperar que podrá gobernar, dándole participación a miembros de otros partidos políticos. Además, Arias pasa por alto que el conflicto, fundamentalmente, es en el interior del Partido Liberal que Zelaya ha pretendido destruir, para asegurar un liderazgo que le facilite la reelección y la sustitución del liderazgo de Carlos Flores que, en la conceptualización de Freud, es la expresión del padre que Zelaya debe derrotar para confirmar su doloroso complejo de Edipo.
La amnistía general es por delitos políticos. Los cometidos antes del 28 de junio, fueron obra exclusiva de Zelaya. Después de esa fecha, no hay delitos que considerar, ni infractores a la ley que perdonar, excepto la violación del espacio aéreo por un avión venezolano, la incitación de las turbas para defender una Presidencia que no pudo manejar dentro de la ley; y las constantes amenazas de invasión del territorio nacional. En fin, el Congreso Nacional no estará dispuesto a otorgar un perdón y un olvido, a personas que le fallaron a Honduras, que irrespetaron el sistema legal y que confundieron sus intereses personales, con la protección de lo más sagrado de la patria.
La “renuncia expresa a la pretensión de colocar una cuarta urna en las próximas elecciones”, es de alta ingenuidad. Un franco engaño a la comunidad internacional. Zelaya no sólo quería la cuarta urna –idea que le sugirió Corrales Álvarez– sino que eliminar la Constitución de 1982, cambiar el modelo democrático de gobierno y sustituir el sistema económico de libre empresa. Es decir que, mediante una redacción tímida, se engaña a la comunidad internacional y se ofende el sentido común de los hondureños.
Adelantar las elecciones no tiene sentido alguno. Excepto que no se confíe en Zelaya; y que éste, utilizando los dineros públicos, cree su propia campaña electoral, impidiéndole a los candidatos partidarios, hacer sus propuestas y organizar a sus adherentes. Y además, animar a los electores a que no vayan a votar, para confirmar que la democracia no sirve para nada. Por supuesto, aquí hay un discreto menosprecio de Arias Sánchez en contra del Tribunal Supremo Electoral y de los partidos políticos. Lo referido a los militares no tiene razón de ser. Eso está establecido en la Ley Electoral.
La integración de una comisión de verificación, confirma la desconfianza que se tiene en la palabra de Zelaya. Y, pasar de ser, un hombre de unidad, para volverse otra vez, un potro desbocado que amenazará a todos.
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