FIRMES CON HONDURAS
José Luis Callaci
A pesar de los avances hacia la democracia representativa en América Latina, las oligarquías criollas conservan su poder y mantienen sus privilegios. En esto no ha habido cambios, sigue siendo así. Son oligarquías que soportan la democracia siempre y cuando esta no amenace ese poder omnímodo que los hace sentir dueños de países y de los habitantes que en ellos habitan. Si alguna vez han tenido reparos en abrirle la jaula a la represión y la dictadura, ha sido la excepción. Desde el anonimato o dando la cara abiertamente, como ahora en Honduras, ordenan reprimir a los “negros”, a la “chusma” que se atreve a exigir y no rogar justicia.
En el pasado han pactado con el poder del norte del Río Bravo, sacrificando soberanías, con tal de obtener apoyos, sentirse seguras. Con explicaciones anodinas, las mismas utilizadas contra los gobiernos democráticos y constitucionales de Argentina, Guatemala, Chile o en República Dominicana, entre otros, pretenden hoy justificar un golpe de estado contra un pueblo y su gobierno legítimo, cuyo único pecado ha sido aspirar a tener una auténtica democracia, a disfrutar de mayores libertades ciudadanas y de justicia social, a vivir con dignidad.
Sus disfraces ya no le sirven, no funcionan, y el repudio unánime de la comunidad internacional es claro, severo e inequívoco. De nada les valdrá seguir pagando a analistas prostitutos para tratar de tergiversar hechos que por sí mismos explican lo que esta pasando. El reclamo es contundente: tienen que devolver el poder al gobierno legítimo escogido democráticamente.
Es de esperar que el nuevo gobierno de los Estados Unidos, que ha despertado esperanzas de cambios en su pueblo y en todos los que habitan desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia, les haga entender que si en el pasado eran aceptados y hasta recibidos con pompas, nunca obtuvieron elogios públicos; siempre fueron vistos como “nuestros hijos de puta”.1
Esperamos del Presidente Obama la condena, sin ambigüedades, de estos nuevos usurpadores y la exigencia a una inmediata restauración en la patria de Morazán del orden constitucional y democrático, sin trampas ni dobles discursos. No deseamos tener que llegar a la conclusión que los que hoy atropellan la democracia y reprimen, con odio y furia, al pueblo hondureño que se atreve a desafiarlos siguen siendo considerados “nuestros hijos de puta”.
Si la intención es devolvernos a las peores épocas de la confrontación y las dictaduras, la respuesta de esta América que queremos, que afanosamente desea la paz, pero también vivir en democracia y con dignidad, les dirá una vez más ¡No pasarán! Nada bueno le traerá a la gran patria de Lincoln continuar con estos aliados tradicionales, con estas oligarquías, con estos “h de p”, que no conocen de principios éticos ni de valores morales. Estamos firmes con Honduras.
1. Se cuenta que el gran Presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt ante un reclamo por recibir con pompas en la Casa Blanca al dictador Somoza dijo de él "Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
No hay comentarios:
Publicar un comentario